17/3/10

Acerca de las Galápagos y la Educación Artística



"La verdad es que no sé por donde empezar." Así termina el primero de los textos extraidos del libro de Carlos Escaño, titulado Debate sobre la Educación Artística y la Posmodernidad, donde volvemos a encontrarnos con los dos temas estrella, con los que poco a poco nos hemos ido familiarizando a lo largo de estos dos meses en las Galápagos. Después de leer el texto, se refuerzan las ideas trabajadas en clase así como en textos anteriores, por lo que no voy a resumir de nuevo las características que presenta la realidad posmoderna, así como la Educación Artística perteneciente a dicho paradigma.

Sí quisiera comentar la importancia que para mí poseen los valores críticos, autocríticos, revisionistas y de sospecha que se plantean en la posmodernidad, ya que son completamente necesarios para desmarcarse de la manipulación diaria a la que se encuentra sometida el individuo en la sociedad massmediatizada donde todo es información. La masiva cantidad de información que ingiere cada individuo, ya sea por televisión, radio, internet, prensa escrita, de tan diversa índole pero a la vez tan repetitiva, puede desencadenar dos reacciones: la primera, convertirse en un ser completamente alienado y manipulado y la segunda, ser consciente de estar siendo manipulado y mediante una actitud crítica tratar de desmarcarse en las situaciones en la que él decida. Por eso la postura que se debe mantener es siempre la de duda, sospecha y deconstrucción de la información que trata de saturarnos. Esta actitud, de la que hablaremos próximamente cuando tratemos la Pedagogía Crítica es la que va a fomentarse en la Educación Artística posmoderna. 

La Educación que también se revisa constantemente, así tendría que ser, y que trata de superar los errores para mejorar el currículo educativo pertinente. Eso al menos se promueve desde los foros de pedagogía posmoderna que se apoyan en la construcción colectiva, atendiendo a la pluralidad del conocimiento y apoyándose en la multi e interdisciplinariedad. Dicha visión que se apoya en los pequeños relatos es la que se considera actualmente como valida y creemos que puede ser así, pero ¿y si nos estamos equivocando? 

Atendiendo ahora a los aspectos evaluables propuestos por Fernando Hernández, podemos ver que son casi ideales, ojalá nuestros futuros alumnos pudieran estar tan despiertos y motivados intelectualmente como para estar a la altura y sobrepasar con creces los límites evaluables propuestos. La realidad en las aulas, todavía no la conozco por mi experiencia directa, puede que sea muy diferente y esto pondría en cuarentena todo lo que se está avanzando en la pedagogía artística. ¿Realmente es factible aplicar todos estos principios en un currículum español en el que la Educación Artística queda marginada y condenada a un tercer plano? Tras estas cuestiones, me atrevo a poner en entredicho la validez en la puesta en práctica del principal desafío de la Cultura Visual que se basa en "cómo comprometerse abiertamente con las imágenes y la tecnología posmodernas y, al mismo tiempo, enfrentarse críticamente a ellas utilizando el análisis cultural, el juicio moral y la ideología que esas mismas imágenes amenazan con imponer."(Aguirre, 2000)

Hablaremos ahora de "actitud", "del concepto de "acción", hacer- hacer. En otras palabras, si la función del arte a lo largo de la historia cultural es la de construir la realidad, es lógico que la Educación Artística además de colaborar en la comprensión social y cultural del mundo, deba también ser partícipe de la creación del mundo." Esta fijación por la acción, por la puesta en práctica y la construcción de la realidad social,  es una de las premisas de la Pedagogía Crítica que posee una actitud activa y creadora además de analítica y descriptiva lo que ayuda a analizar, reflexionar, criticar y por supuesto actuar. Este hecho me parece loable y fundamental a la vez, si la teoría se queda sin acción no sirve para nada. Se llega incluso a la deconstrucción de la propia concepción de los pequeños relatos, como ya comenté en una de las entradas del blog anteriores cuando me refería a la idea de posmodernidad, afirmándo algunos crítcos que "la posmodernidad ha sido y es una sibilina estrategia (metanarrativa) cultural bien orquestada", siendo su "pretensión un (gran) relato económico que ejerce falazmente de plurirrelato cultural con una ténue pátina de polifonía dialógica." Este motivo me hace decantarme por una visión Crítica de la Pedagogía que promueve que el docente sea un deconstructor social, no me gusta lo referente a su poder político, pero sí su valor apolítico y contranarrativo que pretende desempeñar en su vida docente con los alumnos. Hace falta acción, destrucción y construcción sobre las ruinas de la sociedad que habitamos para construirla mejor y para ello es necesario un compromiso absoluto.

Teniendo estas ideas claras, me siento más cerca de Peter McLaren que de Efland, aunque me planteo fisuras en ambas vertientes, sin embargo de cara a un futuro trabajo en las aulas, en la cruda realidad que no es tan cruda como nos la venden, no estoy seguro de poder desarrollar lo que ellos proponen de forma teórica, al igual que tampoco tengo tan claro si seré capaz de llegar a comprometerme con la causa por árido que sea el terreno. Realmente no sé si algún día llegaré a ejercer la docencia pero si llegara, mi único objetivo sería que aprendieran a pensar, a cuestionarse las cosas, a no darlo todo por válido, a no conformarse. Lo que no seré nunca es un funcionario más que cobra por "pasar las horas" contribuyendo con creces con el problema existente en la Enseñanza Artística en este país.

Como dice Debord se debe realizar la filosofía y no filosofar la realidad.

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